He caminado largas horas en estas botas. Me han acompañado alrededor de muchos lugares de mi pequeña isla, Puerto Rico. Han ido conmigo a varios viajes a la ciudad de Nueva York. Han caminado conmigo por las calles de Londres, Paris, Roma, Alemania, Amsterdam y Noruega. Han vuelto conmigo después de cada recorrido, así que como imaginas -tienen su propia historia que contar.
Y, ¿que las hace mi para de zapatos predilecto? En ocasiones, estoy consiente que es por la manera en la que me siento ese día, pero la mayoría del tiempo lo atribuyo a el poder que poseen. Simplemente me siento extra capaz cuando las uso.
Y es que, en esta pequeña isla donde me encuentro a mis 26 años de edad, la que me vio nacer y crecer. A batallado en contra de un inmenso huracán, llamado María. Con semejante nombre, no esperábamos que fuera uno ligero, porque todos sabemos que nuestras Marías tienen mucha chispa y tenacidad. Como esperábamos, vino con fuerza.
Suficientemente fuerte como para dejarnos sin agua potable, electricidad, comunicación y casi nada de recursos. Un poco más de una semana después, seguimos luchando para conseguir artículos de primera necesidad. Las filas para conseguir lo que sea son interminables, y lo que más me preocupa es la gente. Verlos perder la paciencia, poco a poco.
Todos estamos manteniéndonos unidos de la manera en que podemos, pero no puedo hablar por jefes de ninguna familia. Ellos cuidan de todos, buscan una manera para llegar y también para continuar trabajando. Todos debemos mantenernos en movimiento y generando dinero para suplir nuestras necesidades.
Entre todo esto, me encuentro frustrada con más frecuencia, con un sentimiento de impotencia. Hay muy poco que yo pueda hacer desde donde me encuentro. Ahí es donde entran las botas. Cada día me levanto con la elección de quedarme en mi casa y no ser un espectador más en las calles, o salir a hacer lo que sea que pueda hacer. Me pongo mis botas y recibo la poca seguridad que necesitaba para saber que estoy haciendo lo que debo. Tomo todo lo que necesito y salgo por el día. Haciendo paradas como las vea necesarias, porque me encuentro sin ningún tipo de comunicación. Van desde parar repentinamente mientras conduzco, para atrapar alguna acción con mi cámara: trabajadores arreglando las lineas de electricidad, oficiales dirigiendo el tráfico, amigos brindando ayuda a la comunidad. Cualquier cosa que pueda capturar.
Llego a mi lugar de trabajo e intento adelantar tanto como pueda en el día. Antes de hacer mi próxima parada, llego a un complejo de apartamentos para dejarle comida a una señora mayor, con la cual me he encariñado mucho y que se encuentra sola. Luego de esta parada, me dirijo a casa de alguna amistad para una visita sorpresa y simplemente hablar, en ocaciones también a salir a comer o a tomar aire fresco; hago una parada en la casa de algún familiar para verificar que estén bien, o continuo hacia mi casa antes de que oscurezca. La falta de electricidad hace que el camino sea uno más peligroso.
A través de todo esto, mis botas vienen conmigo. Haciéndome sentir capaz; lista para pasar por tierra, arena o hasta agua. Dándome esa pequeña chispa que me ha estado faltando o de la cual quizás hasta fui robada por esta tormenta. Sin depender de mi teléfono, pero mi instinto. Sin necesidad de orgullo. Todos somos familia y si podemos estar de pie, podemos movernos. Movernos para ayudar al prójimo, movernos para mantener las cosas corriendo, movernos para crecer juntos. Por eso es que estas botas fueron sin duda hechas para caminar y yo definitivamente seguiré caminando junto a ellas.
I’ve walked long hours in these boots. They’ve been with me around many places of my little Island, Puerto Rico. They’ve been with me to a few trips to New York. They’ve been with me throughout the streets of London, Paris, Rome, Germany, Amsterdam and Norway. They’ve made it back with me through all of that, so you can imagine -they have their own story to tell.
What is it that makes them my go-to pair of shoes? In occasions I’m aware it’s because of the way I’m feeling that day, but most of the time I solely attribute it to the power they possess. I just feel extra capable when I’m wearing them.
You see, this little Island where I find myself at 26 years of age, the one that gave birth to me and also raised me. Has battled a huge hurricane, named María. With a name like that, we didn’t expect it to be an easy one, because we all know our María’s are fiery and very tenacious. As we expected, she came with might.
Powerful enough to leave us without water, power, communication and barely any means. A little over a week later, we’re still struggling to find ends meet. The lines to get pretty much anything are endless, and the thing that worries me the most is the people. Seeing them losing their patience, little by little.
We’re all standing united as best as we can, but I can’t speak for the heads of any family. They take care of everyone, find a way to get to, and also work. We all need to keep moving and making money to supply our needs.
Among all of this, I often find myself frustrated, with a feeling of impotence toward everything. There’s very little I can do from where I stand. That’s where the boots come in. Everyday I wake up with the choice to stay in and not be another bystander in the streets, or go out and do whatever it is I can do. I slip into my boots and get the little reassurance I needed to know I’m doing what I must. I get everything I need and head out for the day. Making stops as I see fit, because I find myself without any form of communication. It goes from stopping cold while driving, to catch some action with my camera: workers fixing the power lines, police officers directing traffic, friends giving to their communities. Anything I can capture.
I make my way to my workplace and get as much work as I can do. Before making my next stop, I arrive at an Apartment complex to leave food for an older lady, whom I become very fond of and that finds herself alone. After this, I either go to a friend’s house for a surprise visit and just talk, sometimes going out to get some food and fresh air; stop at a relative’s to check on them, or head to my house before the sky darkens. Lack of power makes for a dangerous road.
Through all of this, my boots come with me. Making me feel capable; able to go through dirt, sand or even water. Giving me that little spark I’ve been missing or maybe even robbed of by this storm. Not relying on my phone, but my instinct. Without necessity of proudness. Everyone is family and if we can stand, we can move. Move to help each other, move to keep things going, move to grow together. That’s why these boots were without doubt made for walking and I will most definitely keep on walking along with them.